DHUODA DE GASCUÑA, UNA MUJER EJEMPLAR DEL SIGLO IX

Desde los primeros tiempos, las mujeres recibían un ajuar de bienes domésticos y personales que, para desgracia de Tácito, ahora también incluye una gran cantidad de joyas y vestidos costosos.

En la aristocracia, el servicio real y de guerra absorbían las energías de los hombres, de modo que la supervisión de las propiedades de la familia se dejaba en manos de las mujeres. Dhuoda, la esposa de Bernardo de Septimania, permaneció en su casa, en Uzes, y dirigió las posesiones rurales, mientras él pasaba el tiempo en la corte como chambelán Imperial.

Los padres de Dhuoda fueron Sancho I López, duque de Gascuña (775-816) y Aznárez de Aragón (hija de Aznar Galindo I, conde de Aragón). Nacida en una familia de la alta nobleza a principios del siglo IX (c.810), la casaron el año 824 con Bernardo, Duque de Septimania y primo de Carlomagno. El hijo de ambos, Guillermo, nació en noviembre del 826. Poco después -exactamente cuándo y por qué no se sabe- Bernardo envió a su mujer a Uzes, en el sudoeste de Francia, donde parece haber pasado el resto de su vida, separada de su marido. Aprendió a vivir sola, a gobernar los campos, a pedir préstamos a cristianos y judíos para armar a su marido (otra costumbre que conservan). En el 841 nació Bernardo, a quien el padre se llevó a la Corte al niño a toda prisa, sin bautizar. Guillermo estaba en la corte de Carlos el Calvo, como prueba de la lealtad de Bernardo hacia el rey. Dhuoda, sola en su castillo, le escribió un manual de educación a su primogénito. En el tratado le explica sus ideales religiosos y mundanos, "... se trata de un notable retrato de una dama digna y culta, golpeada, pero no abatida por las dificultades de la vida".

El manual expone muy claramente el doble sistema de valores que Dhuoda deseaba presentar a su hijo: el servicio a Dios, por supuesto, pero también la adecuada defensa del ideal de una existencia noble en esta vida. Dhuoda insiste en que debe actuar noblemente, respetando los rangos y haciendo dádiva, pero mostrando también cortesía con todos, no sólo con sus iguales. Dhuoda está convencida de que esta conducta, cuando se combina con la devoción cristiana, le traerá tanto felicidad terrenal como la salvación eterna. Su libro es un notable retrato de la propia Dhuoda con todo su anhelo humanos de una vida normal con sus hijos, pero con una auténtica devoción religiosa y la dignidad y el autocontrol que se podía esperar de una mujer de su alcurnia.

La reina carolingia supervisaba el palacio, los estados reales, y representaba a su marido en ausencia de éste. La posición la adquiría cuando era ungida y coronada, las concubinas no llegaron a tener este poder. En su Capitulare de Villis, Carlomagno declaró que lo que la reina ordenara a los jueces, ministros, senescales y escanciadores, debía ejecutarse al pie de la letra. En una época en que no se distinguía entre el poder privado y público de un gobernante, era éste un poder enorme. Hincmaro de Reims explicó, dos generaciones después, que la reina, con ayuda del chambelán, también estaba a cargo del tesoro real. Agregó que el rey no podía verse implicado en tales trivialidades domésticas. Las reinas merovingias también tenían acceso al palacio y al tesoro, pero el chambelán ejercía las funciones administrativas, que luego pasarán a las reinas carolingias.

Tomado de: http://www.monografias.com/trabajos5/noger/noger.shtml


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