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BREVE
BIOGRAFÍA DE VÍCTOR CANO
FARO (1919-2002)
Quiero
dedicar este espacio a dejar escritos algunos datos sobre la vida de mi
padre, al que le debo tanto, y que falleció el 8 de febrero de
2002.
Son
solamente pinceladas de una existencia muy rica que no se puede describir
sólo con palabras, porque las palabras humanas nunca alcanzan a
reflejar bien toda la vida de un hombre. El 29 de marzo de 2019 se cumplen cien años de su nacimiento. Con este motivo ofrecemos una relación de sus descendientes: 7 hijos, 23 nietos y 40 biznietos (ver archivo en pdf).
Soy
consciente de que quedan muchas lagunas que rellenar. Por ejemplo, casi
no menciono aspectos de su carácter, anécdotas de su vida
ordinaria, rasgos de su perfil espiritual. Tendremos ocasión, más
adelante, de completar más detalles de su biografía. Por
lo pronto, querido lector de este sitio, te ofrezco un primer acercamiento
a los años que pasó papá en esta tierra. Pienso que
puede ser un buen servicio a sus descendientes, dejar constancia de muchos
datos que, de otra manera, se perderían con el paso del tiempo.
Papá
nació en México, D.F. el 29 de marzo de 1919, en la 4ª
calle de Marsella nº 71 (que está entre las calles de Havre
y Nápoles, casi esquina con Havre). Recibió el bautismo
el 25 de abril en la parroquia del Sagrado Corazón de
Jesús, que está en la calle de Roma n° 14, entre Hamburgo
y Londres, en la Colonia Juárez. Fue el quinto de seis hermanos:
Raúl (1911), María Luisa (1912), Luz María (1913),
Pepe (1917) y Araceli (1924).
Esta es la transcripción de su Partida de Bautismo (Parroquia del Sagrado Corazón, Colonia Juárez, Libro de bautizados de 1916 1 1923) (ver imágen 195 de familysearch.org):
«AL MARGEN./
N° 218. - Víctor Ángel Cano / AL CENTRO. / En la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús a los veinticinco días del mes de Abril del año de mil novecientos diecinueve. Yo el Pbro. Rosendo Rodríguez debidamente autorizado bauticé solemnemente con el nombre de Víctor Ángel a un niño que nació el día veintinueve de Marzo del presente año en la calle de Marsella número 71, hijo legítimo del Señor Víctor Cano Ruiz y de la Señora María Faro de la Vega; fueron padrinos el Señor Ángel Cano Ruiz (representado por el Sr. Severino Molinar) y la Sra. Gabriela Faro (representada por Victoria A. de Molinar) y advertidos de sus obligaciones y parentesco espiritual. Doy fe. / FIRMAS / Eugenio Jurado López y Rosendo Rodríguez».
Esta
es la transcripción de su Acta de nacimiento:
«AL MARGEN./
373.- Trescientos setenta y tres.- CANO Y FARO VICTOR ANGEL./ AL CENTRO./
En la Ciudad de México, a las 11 once y 10 diez minutos de la
mañana del día 24 de abril de 1919 mil novecientos diecinueve
ante mi, Isabel Gómez, juez del Registro del Estado Civil, compareció
el señor Víctor Cano Ruiz, de Santoña, Santander,
España, de 37 treinta y siete años, casado, comerciante;
vive en la casa número 71 setenta y uno de la 4ª calle de
Marcella [sic] [entre las calles de Havre y Nápoles], y presentó
vivo al niño VICTOR ANGEL CANO Y FARO, que nació en dicha
casa el día 29 veintinueve de marzo último a las 2 dos
y 40 cuarenta minutos de la tarde, hijo legítimo suyo y de la
señora su esposa María Faro de la Vega, de Valladolid,
España, de 33 treinta y tres años; vive con su esposo.
El niño presentado es nieto por línea paterna de los finados Leandro Cano Gracia y Manuela Ruiz Escajadillo y por la materna del
finado Fidel Faro Arche y de su viuda Luisa de la Vega Cobos, de la
Cabada Santander, España, donde reside de setenta y dos años.
El compareciente pidió que se hiciera constar en esta acta que
conserva su nacionalidad española y que tiene 7 siete años
de residir en esta capital. Fueron testigos los señores Manuel
González y González de Madrid, España, mayor de
edad, soltero, comerciante y Ramón González, mayor de
edad, de Madrid España, comerciante, soltero, y viven accidentalmente
en el Hotel San Carlos ubicado en la calle Bolivar número 10
diez. Leída esta acta la ratificaron y firmaron. DOY FE. / Isabel
Gómez.- tres firmas ilegibles.- Rúbricas.-».
Papá
pasó su primer año de vida en México. En 1920 la
familia Cano Faro viajó a España, donde permanecerían
un año. Raúl, el hermano mayor, se quedó a estudiar
en el Colegio de los Cántabros, en Santander (Cantabria). Vivía
con la abuela Luisa de la Vega, que tenía 73 años de edad.
Luego,
los Cano volvieron a México, pero por poco tiempo, porque la persecución
religiosa les obligó a marchar a España nuevamente. Desde
1921 a 1925 ocuparon una casa en la calle de Tonalá n° 125,
en la Colonia Roma.
A
partir de 1925 la familia Cano se instaló en Madrid, en la calle
de Núñez de Balboa n° 1315, cerca del cine Goya y de
la iglesia de La Concepción, en el barrio de Salamanca, a donde
solía ir la familia a Misa. Vivían con los pocos ahorros
que don Víctor había hecho en México.
Más
tarde la familia se cambió a un piso en la calle de O'Donell nº
7, frente al Retiro. Hacia 1935 ocuparon una tercera casa, en la calle
de Marques de Riscal nº 9. Durante esa época, papá
iba andando desde su casa a la Facultad de Medicina que estaba en la calle
de San Bernardo.
Pero
veamos antes cuál fue su trayectoria escolar.
Papá
estudió los primeros dos cursos de la escuela elemental con los
Padres Escolapios (cursos 26-27 y 27-28). Luego estudia el curso de ingreso
al bachillerato en el Colegio del Pilar de los Hermanos Marianistas (curso
28-29). El verano de 1929 lo pasa en La Casona, una casa señorial que su padre había adquirido en La Cavada (Cantabria), y que estaba junto a la Mi Casuca, la pequeña casa de su abuela Luisa de la Vega.
En octubre
de ese año sus padres lo llevan al colegio de los Jesuitas en Orduña,
como interno. Orduña, provincia de Vizcaya, estaba situado en lo
alto del famoso puerto que comunica Castilla con Bilbao. Allí comienza
el bachillerato y estudia los cursos 29-30, 30-31 y 31-32. Con la expulsión
de los Padres Jesuitas de España (1932), papá continúa
sus estudios (cursos 32-33, 33-34 y 34-35) en el colegio que tenían
cerca de Coimbra, Portugal. Se llamaba Curía. En este colegio tuvo
varios compañeros mexicanos: Tino García Carrandi, Delfin
Sánchez Juárez, Fito Pérez Borja, Nemesio Artola,
etc.
Como hemos dicho, los
veranos de esos años los pasaba en La Cavada. Sus padres habían
adquirido una casona grande que estaba separada por un calleju de "La
Mi Casuca", dónde habían vivido años antes los
abuelos maternos, don Fidel Faro y doña Luisa de la Vega. "La Casona"
estaba junto a otra casa de la familia "Valle". Por el jardín
de esa casa se podía entrar a la famosa "Cueva del canónigo".
Papá y sus amigos entraban en la cueva a oscuras y se dejaban llevar
hacia la salida guiados por el instinto de un perro. La cueva salía
a Rucandio, pequeña población a unos kilómetros de
La Cavada.
Otras
de las diversiones de esos veranos era el baño en el río
Miera. Se lanzaban al agua en una zona más profunda que llamaban
"El Pozón". Allí, Miguelón Alvear (apodado
Miguelón Tortilla), que no sabía nadar, para pasar de un
lado al otro del río cogía un pedrusco de gran tamaño
y, aguantando la respiración, se zambullía en el río
que atravesaba caminando totalmente sumergido en sus aguas.
Terminado
el bachillerato mi padre ingresó en la escuela de Medicina de Madrid,
en la calle de San Bernardo, para cursar el ingreso durante el curso 1935-36.
El
comienzo de la guerra le impide continuar la carrera. El verano de 1936
estaba en Londres, enviado por su padre, estudiando cuestiones financieras
y comerciales. La guerra le obliga a permanecer allí hasta 1937
en que decide volver a España para participar en la contienda.
Durante su estancia en Londres formó parte de un grupo musical
(«The Cuban Boys») que cantaban canciones en castellano. Además,
como le gustaba mucho esquiar, aprovecho algunas vacaciones para ir a
Garmish Paten-kirchen en la Baviera alemana.
Al
estallar la guerra civil, el 18 de julio de 1936, el resto de la familia
Cano pasaba unos días de vacaciones en la casa de La Cavada, que
estaba en el mismo lugar donde habían vivido los padres de María,
don Fidel Faro Arche y doña Luisa de la Vega Cobo. Como ya he dicho,
había una casa pequeña, la «Mi Casuca», que
era propiamente la casa de Fidel y Luisa, y la «Casona», que
había sido construida posteriormente por otras personas. Allí
estaban dos grandes tortugas, la Pochola y la Martineta, con las que jugaban
los niños.
En
es época, Raúl era arquitecto y tenía un flamante
Bugatti amarillo que era la admiración del pueblo. Pepe, era ingeniero
de minas. Ambos estaban relacionados con Falange española y corrían
mucho peligro en aquella zona que había caído en poder de
los comunistas. La familia tuvo suerte y pudieron huir en un barco alemán
que estaba anclado en el puerto de Santander y los llevó a Francia.
Así pudieron pasar, probablemente por Dancharinea, a la otra Zona,
e instalarse provisionalmente en Pamplona. Consiguieron alojamiento en
el hotel «La Perla», en el centro de la ciudad.
Inmediatamente
Raúl y Pepe se incorporaron al Ejército y llegaron a ser,
respectivamente, Capitán de Infantería y Teniente de Regulares.
Raúl participó en algunas acciones relacionadas con la toma
del Alcazar de Toledo y Pepe en la famosa Batalla del Ebro. Pepe, en una
acción militar, recibió una bala en el quepí («gorro
rojo de los Regulares») que milagrosamente detuvo una imagen de
la Virgen de metal salvándole la vida.
Desde
Inglaterra, papá, pidió a mi abuelo Víctor que le
permitiera incorporarse al Ejército Nacional. No tenía ninguna
obligación de hacerlo por ser mexicano y tener, además,
a dos hermanos en el frente. Quería hacerlo como voluntario. Después
de insistir, su padre le permitió ingresar en el Batallón
de Esquiadores, y fue destinado al patrullaje del Pirineo Aragonés.
Era el año de 1937.
Al
terminar la guerra, la familia decidió volver a México,
pero con la intención de pasar allí sólo una temporada,
que por diversos motivos se fue alargando hasta hacerse permanente.
Los
miembros de la familia que tenían los papeles en regla podían
viajar a México sin dificultad. Pero mi padre no podía obtener
el pasaporte mientras no recibiera el permiso oportuno de los mandos militares.
Como pasaba el tiempo y se complicaban las gestiones, decidió pasar
la frontera hacia Portugal por una zona despoblada. Llegó a un
lugar vecino a la frontera en el que unos amigos de la familia tenían
una finca. Se vistió con ropa de caza y un día, el 7 de
diciembre de 1939, se aventuró sólo hacia Portugal, con
tan mala suerte que fue aprendido por una patrulla fronteriza de guardias
portugueses. Pasó tres días en el calabozo hasta que, gracias
a que una de sus hermanas conocía al embajador portugués
en México, fue puesto en libertad y pudo seguir su viaje a México.
En Lisboa consiguió el pasaporte el 12 de diciembre, subió
abordo del Saturnia el 14 de dicembre y llegó
a Nueva York el 21 de diciembre. Víctor aparece en la lista
de pasajeros. Eran veinticuatro (mexicanos, españoles, alemanes,
colombianos, cubanos, canadienses...).
Al parecer la familia Cano Faro pasó la Navidad y el fin de año 1939 en Nueva York, pues consta en un documento migratorio que María Faro entró a México por Veracruz hasta el día 5 de enero de 1940.
Al
llegar a la Ciudad de México, la familia Cano Faro comenzó
viviendo en una casa en Coyoacán, al sur de la ciudad. Más
tarde se trasladaron a la casa de San Angel (Insurgentes 1993, casi esquina
con la actual Altavista, donde ahora hay dos edificios y cerca un Centro
Comercial). La casa estaba construida sobre un gran terreno.
Como
fruto de una serie de negociaciones con los bienes que poseía mi
abuelo Víctor antes de la guerra en México, se adquirieron
los terrenos de la Colonia de Los Ángeles (es la zona donde está
Liverpool de Insurgentes) para fraccionarlos. Más tarde también
se fraccionaron -junto con Don Carlos Gómez- los terrenos de San
José Insurgentes. Mi padre entró a trabajar, con su hermano
Raúl -que era arquitecto- en la venta de esos terrenos.
Como detalle curioso, hace poco (mayo de 2010) me enteré, a través del testimonio de un señora, que Víctor y su hermana Araceli, iban a tomar clases de piano a una casa de la calle Tenancingo, cerca de la iglesia de la Coronación (Parque España). Esa señora, que también iba a esa casa, recuerda que Araceli era una chica muy alegre y simpática.
Hacia
abril de 1945 Araceli, la hermana menor de papá, invitó
a mi madre, Conchita Sordo Madaleno, a montar a caballo. Mamá se
disculpa de no poder aceptar la invitación porque tenía
que hacer unos días de retiro. A
la semana Araceli volvió a invitarla. Esta vez accedió y
así conoció por primera vez a papá. Las dos familias
ya se conocían. Conservamos una carta de mi abuela María
Faro a mi otra abuela, Carmen Madaleno, fechada el 6 de septiembre de
1935, en la que le da el pésame por la muerte de mi abuelo José
Sordo, que falleció en la ciudad de México el 9 de agosto
de 1935.
Después
de un noviazgo relativamente corto (un año y medio), papá
y mamá contrajeron matrimonio en la iglesia de La Enseñanza,
en la calle de Donceles, entre República de Brasil y República
de Argentina. El retablo barroco de la Iglesia está presidido por
una pequeña talla de la Virgen del Pilar. Era el 24 de diciembre
de 1946 a la media Noche. Por aquella época se acababa de estrenar
el villancico navideño «Silent Night» en inglés.
Mis padres, siempre recordarían con emoción ese momento
tan importante de su vida, ligado a la letra y música de esa a
canción navideña.
Su
viaje de novios fue espectacular. Sacaron la visa para entrar en Estados Unidos, con fecha del 2-XII-1946. Estuvieron más de medio año
en Estados Unidos y Europa. A la mitad del viaje se les unieron la tía
Maruca con su hijo José Ignacio de Abiega y su nana Mari Hernández.
De regreso, toda la tropa tomó el vuelo 151/29 de Panamerican Airways, el 30
de agosto de 1947 en Lisboa, y llegaron a Nueva York al día siguiente.
Ver lista de pasajeros y ficha
personal de papa, en la que se menciona que se alojaron en el Hotel
Waldorf Astoria.
De
mis cuatro abuelos, en 1946 sólo vivía Víctor, mi
abuelo paterno, en la casona de San Ángel. Mis padres se instalaron
en el segundo piso de un edificio situado en la calle de Río Nilo n° 37, que aún existe (2017) en la colonia Cuahutemoc.
Ahí nací yo (realmente en el Sanatorio Español, en la calle Ejército Nacional) el 20 de diciembre de 1948.
Al
poco tiempo nos trasladamos a la colonia Polanco, a la casa de Tennysson
n° 155 (entre Presidente Masarik y Avenida Horacio) donde nacieron mis demás hermanos: Conchita (19-I-1950),
Carmen (24-III-1951), Fátima (21-VIII-1952), Titi (15-I-1955),
Gerardo (30-III-1957) y Alfonso (11-VII-1958).
En
1946 mi padre trabajaba con su hermano Raúl en Cobre de México,
una empresa familiar que luego creció mucho hasta dividirse en
varias empresas importantes: Nacional de Cobre y Condumex. Papá
hacía viajes frecuentes a Cananea, para embarcar el cobre desde
ahí a la ciudad de México. En una ocasión estuvo
a punto de morir gaseado. Mientras dormía por la noche en el cuarto
de la habitación que ocupaba apareció una fuga de gas. Gracias
a Dios por la mañana se dieron cuenta de que no contestaba las
llamadas al cuarto y pudieron salvarlo cuando ya estaba inconsciente.
En
1948 comenzó Hongos de México, S.A., que sería la
empresa a la que dedicó sus mejores esfuerzos en el terreno profesional.
Los primero años fueron duros. Tenía que vender champiñones
de casa en casa. Vendía unos pocos kilos, pero no cejaba ante las
dificultades. La primera planta se instaló en Cuajimalpa. Desde
el principio puso la imagen de un Cristo crucificado -Jesús del
Monte- para que la protegiera.
Misa
padres siempre tuvieron la preocupación por nuestra educación.
Por eso hicimos varios viajes a España, donde pensaban que se complementaría
la educación que recibiéramos en México.
En
el año de 1953 viajamos a España, por primera vez juntos,
papá, mamá, Conchita, Carmen, Fátima y yo. Estuvimos
viviendo en Madrid durante un año, en un piso de casa situada en
la calle de Rosales n° 68, enfrente del Parque del Oeste. Regresamos
a México a fines de 1953.
El
segundo viaje a España fue después del nacimiento de Titi,
a principios de 1955. Yo había hecho mi Primera Comunión
el día del santo de mamá, el 8 de diciembre de 1954. En
Madrid, volvimos a ocupar el piso de Rosales durante un año. Yo estudié 2° Elemental en el Colegio Maravillas. En marzo de 1956 regresamos a México. El 18 de febrero de ese año, había recibido la Confirmación de manos de Don José María García Lahiguera, Obispo auxiliar de Madrid, en la Capilla Episcopal (Calle San Justo n° 2), anexa a la Basílica de San Miguel (San Justo n° 4), donde recibí la ordenación sacerdotal veinte años después (8-VIII-1976).
En
1956 comencé a estudiar la Primaria (el 2° año) en el Colegio Cumbres, de los
Legionarios de Cristo, en Las Lomas de Chapultepec. Mis hermanas pronto
entrarían a estudiar en el Colegio Regina, de las madres de Jesús
María.
En
1959 hicimos el tercer viaje a España. En esa ocasión alquilamos
una casa en Puerta de Hierro, situada en la calle de Cabeza de Hierro
n° 4. Después de examinarme por libre, en el Instituto Ramiro de Maetzu, del curso de ingreso al bachillerato, estudié el primer curso de bachillerato en el Colegio Maravillas, de los Hermanos Lasallistas (en el Barrio de El Viso),
y mis hermanas en diversos colegios de niñas.
Durante
nuestra estancia en Madrid, mi padre hacía negocios de diverso
tipo. La mayor parte de ellos consistía en comprar terrenos y venderlos.
Algunas
veces construía y luego vendía esos condominios. Una de sus adquisiciones fue un palacete situado en la esquina de La Castellana con Marqués de Riscal. Ahí estaba el tapiz flamenco que luego conservamos en la familia.
A principios de
1960 estabamos de nuevo en México. Mis padres habían decidido
que nos cambiáramos de casa. Dejamos nuestro hogar en la calle
de Tennysson y nos trasladamos a Las Lomas. La nueva casa, en la calle
de Explanada 415, casi esquina con Reforma, era amplia y con un jardín
más grande que el de la casa anterior.
Ese
año yo estudiaba el sexto curso de primaria. A fines de 1960 mis
padres me enviaron a estudiar inglés a Estados Unidos. Durante
un año estuve en Nazareth Hall Military
School, cerca de Toledo, Ohio. A mi regreso, a fines de 1961, volvimos
a España por cuarta ocasión. Esta vez para permanecer cinco
años y medio en ese país.
En
Madrid, mis padres adquirieron un piso en el edificio de la calle María
de Molina n° 1, casi esquina con el Paseo de la Castellana. Era el
quinto piso izquierda. Yo entré al colegio Alameda de Osuna y mis
hermanas al Jesús María, en la calle de Juan Bravo, en
el barrio de Salamanca. Gerardo y Alfonso eran muy pequeños.
El
4 de agosto de 1967 regresamos todos a México. Comenzaba una nueva
etapa de nuestra familia. Yo continué la carrera de medicina, que
había comenzado en la Universidad Central de Madrid, y mis hermanas
volvieron a su antiguo colegio de las madres de Jesús María.
El
26 de enero de 1968, después de haber visto clara mi vocación
como Numerario del Opus Dei, me trasladé de la casa de mis padres,
en Explanada, al Centro Internacional de Estudios Superiores, en la colonia
Mixcoac.
Aunque
para mí, ese día, comenzó una nueva vida, a partir
de entonces estuve muy de cerca todos los acontecimientos familiares.
Además, continué mis estudios de Medicina en la UNAM. Mis
padres asistieron a mi examen profesional el 28 de julio de 1973, en que
recibí el título de Medico Cirujano. A los pocos meses me
trasladé al Colegio Romano de la Santa Cruz, para terminar mis
estudios de Teología, que ya había comenzado en México.
El 8 de agosto de 1976 mis padres y hermanos me acompañaron en
la ceremonia de mi ordenación sacerdotal, en Madrid. Gracias a
Dios pude administrar el sacramento del matrimonio a mis tres hermanas
menores, Carmen, Fátima y Titi, y también a mi hermano Alfonso.
Conchita, la mayor, ya se había casado con Claude Pons, en 1971.
Un
momento muy duro para mis padres y para todos nosotros fue la muerte de
mi hermano Gerardo, a consecuencia de un accidente automovilístico,
el 2 de julio de 1984.
Y
ahora, termino describiendo los últimos años de la vida
de papá.
Cada
año mis padres pasaban una temporada en España, durante
el verano. Al final del verano de 1998, como era su costumbre, estuvieron
unos días en Nueva York, antes de llegar a México. Ahí,
papá comenzó a sentirse mal, con falta de respiración.
Hasta entonces había tenido una salud envidiable.
La
primera noche de su llegada a la Ciudad e México sintió
nuevamente el ahogo por la noche. Al día siguiente consultaron
al médico que indicó la hospitalización. Fue entonces
cuando los médicos pudieron darse cuenta de que mi padre tenía
una insuficiencia cardiaca importante. Por eso decidieron implantarle
un marcapaso que regulara el ritmo cardiaco y facilitara trabajar al corazón
con más normalidad.
Con
el marcapaso papá pudo llevar una vida completamente normal. Sin
embargo, en febrero del 2000, tuvo que enfrentarse a una nueva enfermedad.
Tenía un dolor fuerte en una pierna, que le iba aumentando en intensidad
de modo acelerado. En México le hicieron estudios sin lograr hacer
un diagnóstico preciso. En Houston, después de un estudio
detallado, le dijeron que tenía una infección en la columna
vertebral de origen desconocido. Sufría mucho y no podía
caminar. Decidieron entonces administrarle dosis altas de antibióticos.
Continuó este tratamiento en México hasta que, gracias a
Dios, pudo curarse de modo definitivo. Le quedaron algunas secuelas de
esta enfermedad. Entre otras molestias tenía dolores en la espalda
y en una pierna.
En
enero de 2001 el corazón comenzó a darle lata nuevamente.
La insuficiencia cardiaca era cada vez mayor. Su corazón funcionaba
al 30 %. Retenía excesivamente los líquidos y eso le llevó
al edema pulmonar, que le impedía dormir por la noche y le producía
una respiración agitada. Le faltaba aire y tenía que dormir
con una máscara de oxígeno. Todos estábamos alarmados
con su salud, que empeoraba de día en día. Los médicos
le daban muy poca esperanza de vida. Podía morir en cualquier momento.
Decidimos entonces llevarlo a Estados Unidos. Pancho Gómez -amigo de papá- le dejó
su avión particular y, desde el aeropuerto de Toluca viajaron hacia
Phoenix, donde está una de las Clínicas Mayo. Los médicos
de la Clínica le dijeron que su corazón estaba muy mal,
pero que intentarían salvarlo a base de eliminar los 15 litros
de agua que tenía en el cuerpo. Sin embargo nos avisaron que podría
no resistir el tratamiento. De cualquier manera dijeron que su estado
de salud era grave y, aún salvando la situación actual de
peligro, no parecía que pudiera vivir más de un año.
En
esa ocasión, papá nos contó que un día se
dio cuenta de que se podía morir en cualquier momento. Y que esa
conciencia de la muerte tan cercana le ayudó mucho, a partir de
entonces, a tener más presencia de Dios y a buscar cumplir en todo
su voluntad.
Milagrosamente
mi padre siguió con vida. Regresó a México recuperó
poco a poco su salud. Había bajado más de 15 kilos de peso.
Llegó a pesar 62 kilos. Tuvo que seguir una dieta muy rigurosa.
Le costaba mucho tener que vivir con tantas limitaciones, pero lo llevaba
muy bien.
Pudo
hacer su viaje anual con mamá, aquel año de 2001. Fue la
última vez que estuvo en España. Como solía hacer,
estuvo en Santander una temporada.
Al
regresar de España, en octubre, estaba muy bien controlado de su
insuficiencia cardiaca. Sin embargo, le aconsejaron ponerse un marcapaso
biventricular nuevo, que estaba dando muy buenos resultados. Aceptó
ponérselo y su salud siguió, si cabe, mejorando.
Pasó,
como todos los años, las Navidades en Vail, con toda la familia.
Papá y mamá cumplían 55 años de matrimonio.
A fines de diciembre regresaron los dos a México y fueron a pasar
unos días con la familia de Claude y Conchita, mi hermana, a Cuernavaca.
Yo estuve con ellos uno de los primeros días del nuevo año
2002. Aquel día papá y yo, con algunos otros que nos acompañaron,
nos dimos un buen baño en la piscina de la casa y la pasamos muy
bien.
Sin
embargo prefirió regresar a México un poco antes de lo previsto
porque no se sentía bien. Luego, al mejorar su salud, decidió
ir a pasar unos días, a finales de enero, a Ixtapa. Mi primo, Manolo
González Sordo, les prestó su casa. Esos días los
acompañaron Titi y Carmen, turnándose. Estuvieron felices.
Mi padre se baño en el mar. Un día, en el choque con una
ola perdió las gafas que llevaba.
Papá
y mamá regresaron a México el primero de febrero. Él
no estaba muy bien de salud en los primeros días, pero se fue recuperando
durante la semana. El día anterior a su muerte fue a Misa a la
iglesia de Lourdes, como solía hacer todos los días. Ese
día, por la noche, se sintió muy mal. Desde la una de la
mañana del día 8 de febrero no pudo dormir. Tenía
un fuerte dolor en la zona baja del vientre. Comenzó a perder la
coordinación de las ideas y pronunciaba frases inconexas. Sin embargo
mantenía la conciencia y se daba cuenta de todo. Durante esas horas
de la madrugada pidió hablar conmigo. Mi madre prefirió
esperar a que amaneciera para llamarle por teléfono a sus hijos.
La situación era grave, pero no daba la impresión de que
hubiera peligro inminente de muerte.
Hacia
las siete de la mañana llegamos sus seis hijos a Explanada 415.
También estaban sus yernos y Marisol, la mujer de Alfonso. Yo hablé
con él un rato y luego le administré la Unción de
los Enfermos con toda la pausa y devoción que pude. Nadie se imaginaba
que le quedaban pocas horas de vida. Poco más tarde vino el médico
que decidió llevarlo al Hospital ABC para hacerle unos estudios.
El médico que lo revisó tampoco se dio cuenta, en ese momento,
de la gravedad de su situación. Llegó al hospital hacia
las 10 de la mañana. Yo estaba preparado para llevarle la Comunión,
pero me llamaron por teléfono para avisarme que era preferible
esperar a que terminaran los estudios.
Papá
llegó a urgencias en mala situación. Los médicos
se dieron cuenta entonces de que tenía un edema pulmonar agudo,
causado por un infarto del miocardio, y que era necesario intubarlo. Poco
tiempo después le sobrevino otro infarto masivo que hizo imposible
todo intento de sacarlo adelante. Mientras ocurría todo esto, mamá
y mis hermanos estaban fuera, en una salita, esperando y rezando. Mi madre
me llamó entonces por teléfono para avisarme de la situación
grave en la que se encontraba papá. Llegué al hospital hacia
las 11 de la mañana. Me dijeron que pasara a la sala de urgencias.
Al entrar donde estaba papá, el dr. Juan Ramón Fabregat
me comunicó que acababa de fallecer en ese momento. Recé
unos minutos delante del cuerpo exánime de mi padre, aceptando
la voluntad de Dios, y salí a comunicar la noticia a mamá
y a mis hermanos, que estaban en la salita fuera de Urgencias.
A
partir de entonces se hicieron los preparativos para la velación
del cadáver. Ese mismo día llegó el cuerpo de papá
a Explanada hacia las 6 de la tarde. A continuación, celebré
la Santa Misa en sufragio por su alma. Me acompañaron en la celebración
el P. Rogelio de la Garza y el P. Rafael Arce, del Opus Dei. Antes, el
P. Rafael Fiol rezó un responso y pronunció unas palabras
que todos los que estábamos ahí escuchamos atentamente.
Al
día siguiente, 9 de febrero, por la mañana, recé,
en presencia de toda la familia, las oraciones para despedir el cadáver
de mi padre antes de la cremación, que tuvo lugar a partir de las
10 de la mañana.
Por
la tarde, a las 5 pm., tuvo lugar la Misa previa a la deposición
de las cenizas, en la iglesia de Lourdes, en las Lomas. La celebré
yo acompañado por el P. Alejandro Corcuera y el P. Carlos Cantú.
Después de la Misa mamá trasladó las cenizas de papá
a la cripta de la iglesia.
Los
días 11, 12 y 13 de febrero celebré un triduo de Misas por
el alma de mi padre. Los dos primeros días fueron a las 7 pm y
el último, que coincidió con el Miércoles de ceniza,
a las 12 pm.

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