De la Luisiana a la Nueva España
La Historia de Juan Bernardo Domínguez y Gálvez (1783-1847)
(por Víctor Cano Sordo, México, D.F., 1999)

CAPÍTULO II
El Conde de Gálvez (1746-1786)

       Podrá parecer que es algo excesivo dedicar un capítulo entero a este personaje que no se relaciona directamente con las figuras centrales de esta historia.

       Me he decidido a incluirlo por tres motivos. El primero -como ya señalé en el capítulo anterior- porque la figura del conde de Gálvez, vencedor de Panzacola, tuvo una influencia grande en la familia del capitán don Juan Domínguez. En segundo lugar, porque ya tenía redactado el capítulo cuando pude conocer que Juan Bernardo no era hijo suyo, sino sobrino más o menos cercano. Y en tercer lugar, me ha parecido justo dar a conocer, de manera resumida, las investigaciones que hizo don Guillermo Porras sobre este gran virrey de la Nueva España. El querido sacerdote historiador dedicó varios artículos a poner de relieve la importancia histórica del Conde de Gálvez. Y yo estoy en deuda con él por las valiosas orientaciones que me proporcionó hace más de diez años.

       Veamos pues quién fue y qué cosas hizo don Bernardo de Gálvez, que le dieron tanta fama.

1. Primeros años (1746-1777)

       Aunque don Matías de Gálvez desempeñó un papel digno como virrey de la Nueva España, el carácter jovial y alegre y, sobre todo, las notables hazañas militares de su hijo Bernardo, han opacado, de alguna manera, su figura en la historia.

       Don Bernardo de Gálvez, hijo mayor de don Matías de Gálvez y doña Josefa de Ortega, había nacido en Macharaviaya el 23 de julio de 1746. Fue bautizado en la parroquia de dicha villa el 1º de agosto de 1746 (1).

       Cuando tenía cuatro años murió doña Josefa. Su hermano José tenía entonces dos años de nacido. Bernardo tuvo que pasar su infancia sin las dulzuras de una madre. Quizá por eso fue un hombre duro y exigente consigo mismo, y supo curtirse en las dificultades de la vida. Esto le valió, más tarde, tener un carácter decidido y valeroso en las lides guerreras.

       Además, cuando tenía diez años, murió su hermano José. Era el año de 1756, y todavía no había comenzado a brillar la estrella de los Gálvez.

       En 1759 subía al trono de España Carlos III, sucediendo a su hermano Fernando VI. José, hermano de Matías comenzaba a destacar y, como ya hemos visto, aprovecha su ascenso político para favorecer a su familia.

       Como desde su niñez Bernardo daba pruebas de viveza e inclinación a las armas, su tío José se encargó de su educación y le hizo ingresar en 1760 en la Escuela Militar de Ávila. Allí aprendió los dos primeros años matemáticas, francés y táctica militar (2).

       En 1762, al estallar la guerra con la Gran Bretaña y Portugal, debido a su gran interés en participar en la contienda, su tío le hizo nombrar subteniente agregado al Regimiento de la Corona, uno de los pertenecientes al ejército que invadió Portugal. Sus cualidades militares, su bizarría y prestancia, le valieron el ascenso al grado de capitán al frente de una compañía de ese prestigiado Cuerpo, antes de concluir la guerra con Portugal.

       En 1764, finalizada la contienda con el país vecino, Bernardo pasó a la Nueva España con don Juan de Villalba que tenía el mando del Regimiento de la Corona.

       En las costas de Tabasco estuvo a punto de perder la vida al naufragar la embarcación dónde viajaba. Tenía dieciocho años de edad cuando conoció el país en el que, veintidós años más tarde, pasaría los últimos años de su vida.

       Desde 1765 desempeñó numerosas comisiones. En 1769 el virrey, marqués de Croix, lo destina a la provincia de la Nueva Vizcaya -la actual Chihuahua-, bajo las órdenes del comandante, capitán Lope de Cuellar, que había sido investido con el mando de las armas en la porción Norte de la Nueva Vizcaya, y nombrado, además, gobernador de la región Tarahumara.

       El 11 de abril de 1769 se presentó Bernardo en San Felipe el Real de Chihuahua. Ese mismo día recibió el nombramiento de capitán de una de las cuatro compañías que se habían organizado para lanzar una dura ofensiva contra los indios apaches. Lope de Cuellar le delegó el mando de la operación militar, que no tuvo frutos significativos.

       A mediados de 1769, Lope de Cuellar es destituido de su cargo como gobernador de la región Tarahumara por haber intentado usurpar más de cien mil pesos pertenecientes a los fondos de las fábricas de las iglesias parroquiales de la zona (3).

       En consecuencia, Bernardo asume en 1770 el cargo de capitán comandante de las Fronteras de Nueva Vizcaya, Sonora y Opatería, puesto que desempeñó hasta 1771. Allí tuvo que sostener muchos combates con los apaches -que solían atacar por la noche las plantaciones de los colonos españoles- en los que se distinguió por su singular audacia. Durante estos años escribió su Noticia y Reflexiones sobre la Guerra que se tiene con los Indios Apaches en las Provincias de Nueva España.

       Bernardo de Gálvez actuó hábilmente para pacificar la región. Por una parte, hizo una alianza con los indios ópatas, que continuamente asolaban la zona. Por otra, se empeñó en hacer la guerra contra los indios apaches, mucho más belicosos, que no estaban dispuestos a dejar los sistemáticos asaltos a caminos y rancherías, que arruinaban toda la comarca del norte del país.

       En octubre de 1770 Gálvez realizó su primera campaña contra los apaches. Con doscientos hombres recorrió largas distancias por el desierto hasta llegar a las márgenes del río Colorado en Texas. Habían agotado las provisiones sin conseguir encontrarse con ningún apache. La tropa estaba desmoralizada. Entonces Gálvez dirigió a sus hombres la primera de muchas arengas que siempre le iban a dar buenos resultados. Vale la pena leer sus primeras palabras que han quedado para la historia y que pronunció en tono vibrante (4):

«Compañeros míos: Llegó el día de hacer el último esfuerzo para dar al mundo una prueba de nuestra constancia. Los fríos y los hielos ya veo con qué alegría sabéis resistirlos; el hambre, que es peor que todas las intemperies del tiempo, la tenemos a la vista, no por mi culpa, sino porque el cielo con sus muchas aguas, nos ha perdido el bastimento. Nuestros enemigos, ignoro los días o meses que tardaremos en encontrarlos; volver a buscar qué comer es dar tiempo a que nos corten el rastro los indios, y después que seamos sentidos será imposible alcanzarlos. Irnos a Chihuahua con el sonrojo de haber gastado tiempo y dinero sin hacer nada, no es para quien tiene vergüenza, ni esta ignominia se acomoda a mi modo de pensar. Me iré sólo si no hubiese quien me acompañe. Yo llevaré una cabellera para Chihuahua y cumpliré por uno o pagaré con mi vida el pan que he comido al rey. Este es el camino de nuestra tierra: váyanse por él los que tuviesen el corazón débil y síganme los que quieran tener parte en mis gloriosas fatigas, en el supuesto de que nada puedo darles, sino es las gracias de esta fineza, que vivirá siempre en mi memoria y reconocimiento».

       Bernardo entonces cruzó el río, y la respuesta fue inmediata. Todos le siguieron jurando que le acompañarían hasta la muerte.

       Esa misma noche algunos indios amigos le informaron que había un campamento de apaches cerca. Pasaron la noche en vela preparando el asalto y, antes del amanecer, al grito de «¡Santiago!», se lanzaron sobre las tiendas de los apaches. Veintiocho de ellos alcanzaron la muerte aquella madrugada y otros treinta y seis fueron cogidos presos. El botín que obtuvieron alcanzaba a doscientos cuatro bestias y más de dos mil pesos en pieles de bisonte y venado.

       En otra de esas guerras fronterizas Gálvez no tuvo tan buena suerte. Habiendo sido sorprendida la villa de San Felipe por un ataque de apaches, Bernardo fue atacado brutalmente por cinco de ellos, que lo dejaron por muerto, con una flecha en un brazo y dos heridas de lanza en el pecho.

       Este suceso le obligó al poco tiempo -en diciembre de 1771- a tener que dejar la Comandancia de las Armas en la villa de Chihuahua, y -en 1772- a regresar a España para restablecerse de sus heridas.

       Tenía veintiséis años de edad, había pasado ocho años en la Nueva España y regresaba a su tierra natal curtido en la vida militar y con un prestigio ganando por propio mérito.

       Vuelto a España solicitó licencia para pasar a Francia, en donde estuvo tres años para perfeccionarse en la ciencia de la guerra. Durante esa época se dio de alta en el Regimiento de Cantabria.

       De regreso a su patria se incorporó al Regimiento de Sevilla. Siendo Bernardo capitán de infantería y bajo las órdenes de O'Reilly, este regimiento fue destinado en 1775 a la desastrosa campaña contra Argel. Herido en la sangrienta jornada del 8 de julio, como recompensa a sus méritos, fue ascendido a teniente coronel y agregado a la Escuela Militar de Ávila. Mientras tanto su padre, Matías, estaba en las islas Canarias.

       Después de una breve estancia en el Colegio de Ávila, Carlos III le nombró coronel del Regimiento de la Luisiana y, un año después le dio el mando de esta provincia ultramarina recién cedida a España por Francia (10 de julio de 1776).

2. Gobernador de la Luisiana (1777-1779)

       El 1º de febrero de 1777, Bernardo -con treinta años de edad- sucedió a Unzaga como gobernador interino de la Luisiana.

       Aunque los españoles Alonso Alvarez de Pineda (1519), Pánfilo Narváez (1528), Ca-beza de Vaca y Luis de Moscoso, y Hernando de Soto (5) (1549) habían explorado la región de la desembocadura del Mississippi, fueron los franceses quienes tomaron posesión del territorio de la Luisiana y lo colonizaron.

       En 1682, el explorador francés Roberto de la Salle fue el primero en descender por el Mississippi hasta su desembocadura. Tomo posesión de aquella tierra y la llamó Luisiana, en honor al rey de Francia Luis XIV.

       Era un territorio muy dilatado que se extendía desde los Grandes Lagos hasta la desembocadura del Mississippi, en el golfo de México.

       Bienville inicia, en 1718, la fundación de la capital de la nueva colonia, Nueva Orleans -en honor del duque de Orleans, regente de Francia-, en la margen oriental del gran río. A los tres años su fundación, en 1721, la población era de 470 personas (6). En 1762, cuando termina el período de la administración francesa, era siete veces mayor.

       Francia y España estaban unidas por pactos de familia al comenzar la Guerra de los Siete años contra el imperio colonial inglés (1754). El resultado adverso de la contienda ocasionó a Francia la pérdida de Canadá y de toda la zona de Luisiana situada al este del río Mississippi, con excepción de Nueva Orleans. España perdió las dos Floridas: la Oriental, con capital en San Agustín, y la Occidental, con capital en Panzacola. Entonces, Luis XV decidió desprenderse de la incómoda e inútil colonia de la Luisiana, y se la cedió a su primo Carlos III, como compensación por la derrota sufrida en la guerra. Se consagró esa donación mediante el Tratado de Fontainebleau el 3 de noviembre de 1762. Después, al terminar la guerra, se firma la Paz de París (1763) (7).

       Desde 1769, bajo el gobierno de Alejandro O'Reilly, España reforzó firmemente sus posiciones al este del Mississippi. Pronto destacó Nueva Orleans como una ciudad de particular importancia comercial y estratégica. Allí estaba la sede de la gobernación española en 1777.

       No tardó Bernardo en relacionarse con la distinguida sociedad de Nueva Orleans. Un día conoce a Felícitas de Saint Maxent, hija del poderoso comerciante Gilberto Antonio de Saint-Maxent y de Elisabeth La Roche.

       Felicité de Saint Maxent -nacida en 1755 y fallecida después de 1803 en España- era ya en 1777 viuda de Jean Baptiste Honoré d'Estréhan, de quien había tenido una hija: Adelaida d'Estréhan.

       El 2 de noviembre de 1777, estando Bernardo gravemente enfermo en Nueva Orleans, decidió formalizar la promesa de matrimonio que había hecho previamente a Felícitas. Hizo llamar a Cirilo de Barcelona, cura de la parroquia de la iglesia de San Luis de Nueva Orleans, para manifestarle «que tenía contraidos esponsales con Dña. Felicia de Saint Maxent y que, en el lance en que se hallaba, quería efectuar matrimonio con dicha señora, pues en caso de que Dios dispusiera de su vida, moriría con el consuelo de haber cumplido su palabra (8)».

       En consideración a tan cristianas razones se procedió a tomar el mutuo consentimiento de ambos contrayentes. Este matrimonio fue en secreto, pues carecía del permiso real.

       Años después, el 26 de noviembre de 1781, cuando ya había nacido Matilde, su primera hija, el obispo de La Habana -don Santiago José de Echeverría y Elguezua- les impartió la bendición nupcial en la capilla episcopal de la iglesia catedral, para que no se dudase de la legitimidad del matrimonio (9).

       Tres hijos tuvieron Bernardo y Felícitas:

1ª) Matilde, que debió nacer hacia 1778, pues en el documento de su Confirmación-de fecha 8-XII-1781- se le llama niña y señorita, de modo que podría haber tenido unos tres años por entonces. Matilde sería la heredera -después de Miguel, que murió célibe- del título nobiliario de su padre. Es decir, llegaría a ser la III condesa de Gálvez. Casó con Raimundo Capece Minutolo, de los príncipes de Canosa. Tuvieron varios hijos. Paulina Capece y Gálvez, la mayor, llegó a ser la IV condesa de Gálvez. Casó con el duque Francisco de Balzo y Caprigliano, príncipe de Italia, residente en Nápoles. De este matrimonio nació don Ernesto del Balzo que heredó en 1887 los títulos de su padre y madre, y fue el V conde de Gálvez. Don Ernesto de Balzo casó con Lady Dorothy Walpole de la casa de los condes de Oxford. Uno de sus hijos fue el VI conde de Gálvez. Habiéndose suprimido el título del condado de Gálvez a mediados del siglo XIX, fue rehabilitado por don Luis Alarcón de Lastra (1891-1971) el 4 de mayo de 1956. Don Luis Alarcón, que casó con doña Catalina Domínguez de Vargas, fue el VII conde de Gálvez. Esta familia desciende de Fernando de Gálvez, hijo de Antón de Gálvez y Luisa Gómez del Postigo. Su hijo, don Joaquín de Alarcón Domínguez, recibió el título por Real Carta, el 12 de diciembre de 1975 (10), y es el VIII conde de Gálvez. Don Francisco García Pérez, se opuso a la concesión del título a esta familia, pues él desciende de un pariente más cercano del primer conde de Gálvez: don Juan de Gálvez, que fue hermano de Antonio de Gálvez, el abuelo de Bernardo (11).

2º) Miguel, que nació en Guarico, Haití, el 29 de septiembre de 1782 (12). Fue bautizado el 20 de enero de 1783 , y recibió el Sacramento de la Confirmación en La Habana siete meses después, es decir, en abril de 1783 (13). Fue cadete de la Compañía Americana de Reales Guardias de Corps, segundo conde de Gálvez y de hábito de Calatrava, que vistió el 31 de mayo de 1797. No dejó descendencia. Falleció mozo y soltero al día siguiente de haber testado en Madrid, el 2 de abril de 1825 (14).

3ª) María Guadalupe, nacida, como hija póstuma, en México el 11 de diciembre de 1786. Desconocemos su paradero, y tampoco sabemos si tuvo descendencia.

       Las dotes personales de Bernardo, y su matrimonio con Felicité de Saint Maxent le ganaron un gran prestigio entre los colonos españoles y franceses. Es interesante señalar que con el tiempo, cuatro de las hermanas Saint Maxent se casarían con personajes de relieve en el mundo agitado de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Don Lucas Alamán dice en su Historia de México que Bernardo de Gálvez.

«casó en Nueva Orleans con Doña Felícitas Saint-Maxent -la hermana mayor, Doña Isabel, casó con Don Luis de Unzaga, gobernador de la Luisiana, y después Capitán general de Caracas y de la isla de Cuba-, cuando fue mandando la expedición que reconquistó las Floridas, cuyas dos hermanas Doña Victoria y Doña Mariana, casaron la primera con D. Juan Antonio de Riaño, y la segunda con Don Manuel Flon, conde que después fue de la Cadena, ambos oficiales de aquel ejército. Cuando se crearon las intendencias se dio al primero la de Valladolid, en que permaneció poco tiempo, pasando enseguida a la más importante de Guanajuato, y a Flon la de Puebla» (15).

       Don Manuel Flon, murió heroicamente -siendo ya entonces conde de la Cadena y segundo comandante en el ejército que mandaba el que más tarde sería el virrey Calleja- en la famosa batalla del puente Calderón contra los primeros insurgentes.

       Durante los dos años de gobierno en la Luisiana, antes de la guerra contra Gran Bretaña, Bernardo de Gálvez hizo todo lo que pudo por debilitar a los ingleses que seguían ocupando una serie de fuertes y plazas estratégicas en la margen oriental del Mississippi y en la Florida Occidental.

       Aún estaba reciente la fecha en que las Trece Colonias se habían independiza-do de la corona inglesa y habían comenzado a llamarse los Estados Unidos de América (1776). Bernardo, simpatizaba, como Lafayette, con los ideales de libertad, y proveía de armas a los americanos de las fronteras a través de la agen-cia del famoso irlandés Oliver Pollock. Además atacaba los barcos ingleses que llevan un lucrativo contrabando a la Luisiana.

       Bernardo de Gálvez cooperó a la causa de la independencia norteamericana en varias ocasiones. En enero de 1778, por ejemplo, ayudó a George Rogers Clark en el dominio de la región al norte del río Ohio, financiando en gran parte su expedición. A través de Pollok le envió 7.200 pesos en mercancía y más de 500 libras de pólvora (16).

       En ese mismo año favoreció, de alguna manera, las acciones del corsario norteamericano Willing en las poblaciones inglesas de la ribera del Mississippi.

       Sin embargo, también se servía de los norteamericanos para el desarrollo de sus planes en favor de la causa de su rey.

       En Estados Unidos, Gálvez gozaba de gran popularidad. Por su ayuda a la independencia Pollock solicitó su retrato para colgarlo en el salón del Congreso. En la cúspide de la notoriedad, fue común en los bancos oficiales brindar «por la salud de los generales Washington y Gálvez». Don Bernardo de Gálvez colaboró con fondos para la construcción del primer templo católico de Nueva York, que fue un regalo de Carlos III (17).

3. Guerra contra los ingleses en La Luisiana (1779-1781)

       Tanto Matías como Bernardo se distinguieron en la nueva guerra que España declara a Inglaterra en las provincias de ultramar y especialmente en el área del Caribe. La Luisiana ocupaba el frente norte de esta estratégica región.

       Don Matías, siendo capitán general de Guatemala, triunfó contra los asentamientos británicos de la Mosquitía, y don Bernardo, siendo capitán general de la Luisiana, se apoderó de los principales puertos de la Luisiana, en la margen oriental del Mississippi, y en la Florida Occidental, dominando así la franja norte caribeña (18).

       En 1779 estalló la guerra contra la Gran Bretaña. Sin esperar a recibir órdenes de la Capitanía General de Cuba, de la cual dependía la provincia de Luisiana, Bernardo de Gálvez rompió las hostilidades con una columna heterogénea de apenas mil quinientos hombres.

       En el mes de septiembre de 1779, consiguió apoderarse de Fort Bute en Manchak, Fort New Richmond en Baton Rouge y Fort Pamure en Natchez, en la orilla este del Mississippi. Estas batallas le valieron el ascenso a general brigadier.

       En los años sucesivos, ayudado por los refuerzos de La Habana se apoderó de dos plazas del golfo en la Florida Occidental: Fort Charlotte en Molibe (14-III-1780) con su guarnición compuesta de mil doscientos hombres, y Fort George en Panzacola (10-V-1781), cogiendo más de dos mil ingleses y expulsándolos enteramente de las dos Floridas. Consiguió así controlar la desembocadura del Mississippi y el golfo de México.

        La más famosa acción de toda su carrera militar es la toma de Panzacola (19). Dos veces fue a La Habana para obtener refuerzos. Como el almirante que comandaba la armada se negase a atacar Panzacola por el riesgo que preveía en la operación, Gálvez se embarcó sólo en una pequeña nave, el Gálvezton, que pertenecía a sus propias fuerzas de Luisiana. Este episodio es el que dio origen a la inscripción en su escudo del lema YO SOLO con la representación del bergantín Galvezton, que daría más tarde nombre a la bahía y a la ciudad de Galvezton, actual puerto de la ciudad de Houston.

       En esta batalla, como veremos, también participó el entonces teniente don Juan Do-mínguez, padre de Juan Bernardo, que había llegado destinado a La Habana con el Regimiento de Infantería de Navarra.

       Si la captura de los puestos del Mississippi le había merecido a Gálvez el ascenso a brigadier con el gobierno unido de Luisiana y Mobila, la conquista de Panzacola agotó la gracia real. En el escalafón militar fue ascendido a teniente general y se le encomendó el man-do de la nueva provincia de la Luisiana y Flo-rida Occidental, independiente de cualquier virreinato y con sueldo anual de diez mil pesos (12-XI-1781) (20).

       Finalmente el 3 de septiembre de 1783 se firmaría el Tratado de Paz en Versalles por el que España recuperaba la posesión de las dos Floridas.

4. Guarico (1782-1783)

       En 1782, entre otras muchas acciones de gobierno positivas para la región, Bernardo de Gálvez ayudó a obtener una cédula comercial para las Floridas y la Luisiana, y consiguió precisar la política española en relación con los asuntos indios.

       Pero el acontecimiento más importante en la vida de don Bernardo, en ese año -en el que ya habían terminado las hostilidades contra los ingleses en la Luisiana, pero continuaba la guerra en el resto del Caribe-, sería el famoso episodio de Guarico (Cap-Haîtien o Cabo Francés), situado en la parte francesa (Haití) de la isla de Santo Domingo (21).

       La isla de Jamaica estaba en manos de los ingleses desde 1655. Las victorias de Matías y Bernardo de Gálvez contra los ingleses en Guatemala y el Mississippi respectivamente, se presentaban como una coyuntura favorable para intentar recuperar la isla.

       A partir de 1780 se organizó un plan hispano francés que partiría de Guarico. Así se formó el Ejército de Operaciones de América que llegó a contar con más de cincuenta mil hombres (22).

       Al principio, fue puesto al mando de las operaciones Victorio de Navia, con Gálvez como segundo jefe. Pero a principios de 1781 Bernardo de Gálvez fue ascendido a la jefatura de aquel ejército.

       En febrero de 1782 Gálvez, ya capitán general de la Luisiana y las dos Floridas, tomaba el mando efectivo de la gran escuadra de 79 navíos, y partía de La Habana para reunirse con el general De Grasse que, desde diciembre, esperaba en Guarico.

       El 21 de marzo, ya en Guarico, se celebró el nacimiento del heredero de la corona de Francia con un solemne Te Deum, escaramuzas y desfile de la tropa y la presentación libre de una ópera francesa. Terminada la función, hubo fuegos artificiales y una cena ofrecida por el gobernador de Haití para 300 personas. A continuación, empezaron el baile ambos generales -Gálvez y el conde De Grasse-, continuando hasta el amanecer (23).

       Esta alegría no duró mucho. El 1º de mayo, en Guarico se recibió una noticia desastrosa. La armada del conde De Grasse formada por 36 navíos había sido atacada en las costas de Guadalupe por la flota inglesa, de 44 navíos, al mando del almirante Rodney. A partir del 9 de abril y durante tres largos días, los franceses habían resistido la superioridad numérica de los ingleses. Pero, al final, tuvieron que dispersarse los barcos, siendo algunos apresados, entre los cuales estaba el del comandante De Grasse.

       Las esperanzas de recuperar Jamaica se desvanecían. Sin embargo, los triunfos de don Matías en las costas de Honduras y del gobernador de Cuba en la isla Providencia, alentaban a Bernardo de Gálvez, que esperaba refuerzos españoles, para continuar las acciones de guerra contra los ingleses.

       Mientras don Bernardo permanecía en Guarico, Felicitas estaba esperando su segundo hijo desde diciembre de 1781. Gálvez no la había dejado en La Habana sino que la había llevado consigo a Guarico. Allí nace Miguel el 29 de septiembre de 1782.

       La flota del contralmirante Hood, que apareció en el golfo en diciembre de 1782, había impedido toda comunicación de las tropas instaladas en Guarico con Cuba, México o España. Bernardo de Gálvez estaba aislado y con los brazos atados. Se agotaban sus recursos y tuvo que recurrir a pedir préstamos a los comerciantes para sostener sus tropas.

       Durante los meses de enero y febrero de 1783 estuvo don Bernardo en Guarico incomunicado. A principios de marzo, recibía unos pobres refuerzos desde La Habana. Pero la ayuda era tardía y del todo inútil. Gálvez había sufrido mucho en la forzada e inactiva espera de Guarico.

       A principios de abril don Bernardo recibe una real orden -firmada en El Pardo el 7 de enero de 1783- por la que se le notifica que el conde d'Estaing había sido designado para tomar el mando de la operación contra Jamaica. La orden no se pudo llevar a cabo, porque el 12 de marzo había llegado desde Francia la noticia de que la guerra había terminado. El 20 de enero se habían firmado los tratados de París que ponían fin a la contienda. La noticia extraoficial desde España no llegaría sino hasta el 29 de marzo, en un bergantín procedente de Cádiz.

       Sin embargo, Hood mantenía su flota a la vista de la costa, como si nada hubiera pasado, hasta el 5 de abril. Ese día se acercó una embarcación con bandera parlamentaria a la costa de Guarico, y de ella bajo a tierra al mediodía el príncipe Guillermo, duque de Lancaster para negociar la paz.

       A mediados de abril llegaron a Guarico varios despachos del 10 de febrero dictando a Bernardo de Gálvez nuevas órdenes que le mandan disolver el Ejército de Operaciones.

       Don Bernardo actuó con suma rapidez, de tal manera que el 26 de abril se había terminado la evacuación del Ejército de Operaciones. Además, visitó en Guarico a todos los comerciantes y acreedores, asegurándoles bajo su palabra que no movería de allí las oficinas de Real Hacienda hasta liquidar totalmente los pagos. Mas tarde cumpliría puntualmente su compromiso al recibir de la Nueva España dos o tres millones de pesos que enviaba el virrey para cubrir las deudas del Ejercito de Operaciones.

       Ultimados los detalles de su gestión en Guarico, el 8 de mayo se embarcó en el navío «San Luis» y entró en La Habana el día 1724.

       El 1º de junio de 1783 Bernardo de Gálvez pasó a dar cumplimiento al destino de los regimientos que habían compuesto el Ejército de Operaciones (25).

       Mientras tanto, en La Habana recibió Gálvez las distinciones que le otorgaba Carlos III. El 20 de mayo, en Aranjuez, se le hacía merced de un título de Castilla, el condado de Gálvez, con el vizcondado previo de Galvezton, por los méritos acumulados por sus antepasados al servicio del rey y que don Bernardo había actualizado en sus recientes campañas. Además, se le permitía añadir en su escudo de armas un nuevo cuartel que contenía al bergantín Galvezton y el lema YO SOLO, para perpetuar su heroica entrada en la bahía. Se le agregó también una flor de lis de oro en campo azur, en recuerdo de las armas francesas de la Luisiana y a petición de sus habitantes por su contribución a la paz y al desarrollo de dicha provincia. Se le concedía también una caballería pensionada en la Orden de Carlos III, recientemente creada, y la encomienda de Bolaños en la Orden de Calatrava completaron los honores otorgados por la merced real (26).

5.Conde de Gálvez y Gobernador de Cuba (1783-1785)

       Después de licenciar sus tropas, se dirigió a España y permaneció año y medio en la corte para rendir informes al Gobierno de Carlos III acerca de la Luisiana, las Floridas y la frontera americana.

       En un documento fechado el 2 de julio de 1783, el obispo de La Habana, ilustrísimo señor Echeverría y Elguezua, atestigua el matrimonio de don Bernardo con Felicité de Saint-Maxent, y también la constancia del Sacramento de la Confirmación que había recibido sus hijos Matilde, Miguel (recién confirmado) y Adelaida -hija del matrimonio anterior de Felicité-, «a ins-tancia del propio excelentísimo señor [conde]» (27).

       Además, desde La Habana, el 7 de julio de 1783, Gálvez expide un oficio escrito en el que menciona el nombramiento de un gobernador interino, que gobierne las dos Floridas y la Luisiana mientras él está en la corte.

       El 16 de julio se embarcó, con su familia, en el navío San Juan Nepomuceno, con destino a Cádiz.

       Por fin, la noche del 8 de septiembre fondeó en Cádiz el convoy que acompañaba al conde de Gálvez (28).

       Un poco más de un año estaría Bernardo en España, recibiendo las distinciones prometidas y otras nuevas que quiso concederle el rey.

       El 15 de octubre de 1783 -durante su estancia en Madrid- es encargado de la inspección general de las Tropas Veteranas y Milicias Regladas de Indias. El 3 de noviembre de 1783 se le concede el Gobierno y Capitanía General de la ciudad de San Agustín y Provincias de las Floridas (Oriental y Occidental) y la Luisiana.

       A mediados de 1784, don José de Gálvez (1720-1787), ministro de Indias y tío de don Bernardo, hizo conferir a éste el Gobierno y la Capitanía General de Cuba, en donde tenía gran aura popular. En octubre de 1784 el conde de Gálvez se encargaba de embarcar en Cádiz las tropas reclutadas para América.

       Al tocar Bernardo de Gálvez en el puerto de Aguadilla, en Puerto Rico, supo con gran dolor que su padre, don Matías (1717-1784), había fallecido el 3 de noviembre en México. Llegó a La Habana el 4 de febrero de 1785 para hacerse cargo del gobierno de Cuba.

       En los pocos meses que permaneció en Cuba se decidió a enviar a la corte multitud de proyectos para introducir las mejoras necesarias. Pero, al fin llegó de Madrid su esperado nombramiento para la Nueva España, y se embarcó hacia Veracruz.

6. Virrey de la Nueva España (1785-1786)

       El conde de Gálvez llegó a Veracruz el 30 de mayo de 1785 y tomó el mando del virreinato de la Nueva España el 17 de junio.

       Una de las características de su personalidad fue la pasión por la popularidad. Tras él caminaban siempre la diversión y la alegría. Una de sus primeras disposiciones en la capital fue organizar las representaciones del gran teatro fabricado allí en la época del virrey Bucareli. Sus fastuosos gastos y su extremada popularidad le suscitaron rastreras imputaciones en la corte. Llegó a decirse que aspiraba a una corona independiente.

        Su efímero gobierno se destaca por el sumo interés que tomó en aliviar la penosa situación en que se encontraba el pueblo debido a la pérdida de las cosechas y a una epidemia de peste que azotaba al virreinato. Para manifestar con hechos sus deseos de ayudar a los más pobres, decidió distribuir doce mil pesos de la herencia de su padre entre sus súbditos más necesitados.

       Fomentó el empedrado y alumbrado públicos, reedificó el castillo de Chapultepec volviéndolo fortaleza, mejoró el palacio virreinal y emprendió la construcción de las torres de la catedral metropolitana.

       Dedicó especial atención a la creación de una escuela de botánica, al progreso de la Academia de San Carlos -que su padre había impulsado decididamente- y a mejorar las calzadas de Vallejo, la Piedad, San Agustín y el camino a Acapulco.

       El conde de Gálvez era generoso y liberal. Un día, vio que un sacerdote llevaba el Viático a pie a un enfermo. Bajó de su coche, le cedió su puesto al sacerdote que llevaba al Santísimo y acompañó al Señor en la Eucaristía a pie hasta que el Santísimo regresó al templo de donde había salido. Después, regaló el vehículo a aquellos sacerdotes para que pudiera utilizarse de la misma manera en ocasiones futuras (29).

       Aunque era amante de todas las diversiones, pues siempre asistía con su esposa a los bailes y fiestas que se organizaban con alguna frecuencia, su verdadera pasión eran los toros, hasta tal punto que un cronista de su tiempo le llama «taurómaco rematado», después de una corrida en la que «tuvo tanto gusto -dice el cronista- que tiró el pañuelo suyo, el de la señora y los de las niñas; y por poco tira el uniforme» (30). Otro día, ante el asombro de los austeros miembros de la Audiencia, el virrey saltó la barrera y se enfrentó directamente al toro.

       Bernardo de Gálvez introdujo todas las innovaciones que en el arte taurino se desconocían en la Nueva España. Don Guillermo Porras, en su breve biografía del virrey, explica cuáles fueron:

«En la temporada de noviembre de 1785, que contó con veinte corridas a mañana y tarde, toreó una mujer, ahijada del virrey, y a la cual regaló 100 pesos en premio de su habilidad, y hubo suertes en zancos, tancredos, tapados, monteparnasos y cucañas. La popularidad de las toreras llegó al grado de verificarse una corrida con seis matadoras de primera línea. Solía Gálvez llevar a torear también a sus perros, hasta que uno murió en las astas del bicho. Las corridas de la época incluían la liberación de globos estratosféricos, que eran el pasmo del pueblo, y palos ensebados con valiosos regalos, y terminaban con un baile popular en el mismo ruedo» (31).

       El virrey, que conocía bien las costumbres francesas, introdujo el uso del café con leche azucarado, que se desconocía en México y en España. Esta costumbre cobró tal auge en la capital virreinal que pronto hubo quien instalara el primer establecimiento que tuvo la ciudad en este género.

       Al conde de Gálvez le gustaba dar largos paseos campestres por los jardines de San Agustín de las Cuevas, Chapultepec y el Pensil. Esta costumbre también pasó a formar parte de la vida corriente de los mexicanos.

7. Últimos sucesos de su vida (1786)

       Poco tiempo estuvo el conde de Gálvez al frente del virreinato de la Nueva España. Pronto aparecieron insidiosas las enfermedades que vinieron a culminar en su muerte.

       Las muchas heridas recibidas durante su vida militar le habían dejado una salud maltrecha. Esto, añadido a la agitación que caracterizó todos sus años, es lógico que produjera un desgaste en las energías de su organismo.

       Su decaimiento físico empieza por lo menos el 27 de julio de 1786 (32). Ese día se celebró una «Misa de gracias a la que no asistió el virrey por estar un poco enfermo» (33). Quince días después don Bernardo se encontraba en San Angel «mudando de temperamento». Su salud se fue empeorando de día en día hasta que se decidió que recibiera los sacramentos.

       La víspera del día señalado para esta ceremonia pública y solemne, Bernardo de Gálvez se incorporó en su cama para que su ayuda de cámara lo afeitara, y el día 13 de ese octubre, por la mañana, se vistió con el uniforme de teniente general, para esperar al Santísimo Sacramento.

       A la ceremonia asistieron las autoridades civiles y eclesiásticas. En la catedral se formó una procesión encabezada por la cruz alta, a la que seguían los curas de las parroquias y los frailes de todas las religiones. Cerraba el cortejo el palio del Santísimo, bajo el cual llevaba el sagrado Viático el dean del cabildo-catedral don Leonardo Terraya.

       En absoluto silencio, que sólo rompía el tintineo de las campanillas que llevaban los «monacillos» y el toque de la campana del templo, la procesión atravesó el Zócalo y entró a palacio, llegando hasta el aposento del virrey.

       Todos los fieles se arrodillaron piadosamente ante la presencia de Jesús Sacramentado pero Gálvez, no pudiendo hacerlo, se puso de pie con la ayuda de sus gentiles-hombres y así escuchó devotamente las oraciones del sacerdote y recibió la sagrada Comunión. Eran las once de la mañana (34).

       El 31 de octubre tiene que trasladarse a Tacubaya nuevamente para «mudar de temperamento». Ocupó una casa del arzobispo de México, que después iba a ser el Observatorio Nacional.

       El 8 de noviembre entregó el gobierno a la Audiencia y ese mismo día otorgó testamento. En este documento se declara católico y quiere morir en la Iglesia. El 16 de noviembre parece haber otra crisis en la enfermedad y el virrey vuelve a ser sacramentado.

       El conde de Gálvez murió el 30 de noviembre de 1786 a las cuatro y cuarto de la mañana, en Tacubaya. El cadáver se expuso a la mañana siguiente en el salón principal del palacio virreinal, que estaba todo tapizado de damasco carmesí, bajo el dosel de terciopelo del mismo color. El difunto vestía el uniforme de teniente general con manto de caballero de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos Tercero, la venera de Calatrava, el bastón de mando y las demás insignias de su oficio.

       Alrededor había una multitud de hachas, y montaban guardia continua los alabarderos y los pajes de la corte virreinal de riguroso luto, «todo lo cual infundía al mismo tiempo que respeto, la mayor ternura en el innumerable pueblo que concurría a verlo en los tres días» (35).

       Fue enterrado en la iglesia catedral, en la bóveda del altar de Los Reyes, mientras se procedía a la preparación de su sepulcro definitivo en la iglesia de San Fernando (11-V-1787), en cuyo presbiterio, al lado del Evangelio, yacían los restos mortales de su padre. Bernardo fue sepultado en el presbiterio de la capilla mayor, del lado de la epístola. Condujeron el féretro, por relevos, los frailes franciscanos de la comunidad de San Fernando.

       Su acta de sepultura dice lo siguiente (36):

«El Exmo Señor D. Bernardo de Gálvez [al margen izquierdo].

En quatro de Diziembre del año del S. de mil setecientos ochenta y seis, se depocito (sic) en la Bobeda (sic) del Altar de los Reyes de esta Santa Iglesia Metropolitana el Cadaver del Exmo Señor D. Bernardo de Galvez, Conde de Galvez, Cavallero Pensionado de la R. y distinguida Orden de Carlos Tercero, Comendador de Bolaños en la de Calatrava, Teniente General de los Reales Exercitos, Inspector General de las Tropas de America y Filipinas, Capitán General de la Provincia de la Luciana (sic), y dos Floridas, Virrey Governador, y Capitán General de esta Nueva España, Presidente de esta R. Audiencia, casado con la Exma Señora Doña Felicitas de Saint Maxent Condesa de Galvez, recivio los Santos Sacramentos en este R. Palacio, murió en el Palacio Arzobispal de la Villa de Tacubaya el día treinta del próximo mes pasado, y lo firme, Juan Francisco Domínguez [Rubrica]».

Notas del Capítulo II

(1) Cfr. AM, Libro 3º, f. 31 v. Cfr. Archivo Histórico Nacional de Madrid, Orden de Carlos III, exp. nº 60 que contiene las pruebas de Miguel Gálvez en 1779.

(2) Cfr. JACOBO DE LA PEZUELA, voz Gálvez (Don Bernardo, Conde de), en Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la Isla de Cuba, Imprenta del Establecimiento de Mellado, vol. II, Madrid 1863, p. 381 y sig.

(3) Cfr. F. R. ALMADA, Resumen de historia del Estado de Chihuahua, "Libros mexicanos", México, D.F., 1955, p. 122-123.

(4) G. PORRAS MUÑÓZ, Bernardo de Gálvez, en Miscelánea americanista, vol. III, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1952, p. 8.

(5) Se reconoce generalmente a Hernando de Soto la gloria de haber sido el primer europeo en avistar y surcar las aguas del Mississippi hacia el año 1540. Según la leyenda, las mismas aguas del gran río le sirvieron de sepultura después de caer muerto en una refriega militar con los indios de la zona. Se puede consultar, para todo este apartado a J. MONTERO DE PEDRO, Españoles en Nueva Orleans y Luisiana, Ediciones Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, Madrid 1979, p. 14 y 15.

(6) Incluía a 147 hombres, 65 mujeres, 38 niños, 28 sirvientes, 73 esclavos y 21 indios.

(7) Cfr. CARMEN MARTÍNEZ, La política exterior española en relación con América. Los problemas militares en la segunda mitad del siglo XVIII, en AA.VV., Historia General de España y América, vol. XI-2, Rialp, Madrid 1989, p. 78 y 79.

(8) Cfr. Archivo de la Catedral de San Luis, Nueva Orleans, Luisiana, Partida de matrimonio de Bernardo de Gálvez y Felicitas de Saint Maxent, Libro 1º, f. 15 bis, nº 31.

(9) Cfr. Archivo Histórico Nacional en Madrid, Orden de Calatrava, exp. nº 1009 que contiene las pruebas de Miguel de Gálvez (1797). El cuaderno nº 2 de este expediente contiene los desposorios de los Excmos. Sres. Don Bernardo de Gálvez, conde de Gálvez, y doña Feliciana de Saint-Maxent, padres del pretendiente. El documento -en el que también consta la fecha de Confirmación de Feliciana, Adelaida, Matilde: 8-XII-1781, y también la Confirmación de Miguel que tenía siete meses de edad- tiene fecha del 2 de julio de 1783.

(10) Cfr. F. GONZALEZ-DORIA, Diccionario heráldico y nobiliario de los Reinos de España, Editorial Bitácora, Madrid 1987, p. 142.

(11) Cfr. ISIDRO VÁZQUEZ DE ACUÑA Y GARCÍA DEL POSTIGO, Estudio histórico sobre algunas familias españolas, p. 1291.

(12) Cfr. Archivo Histórico Nacional en Madrid, Orden de Calatrava, exp. nº 1009, documento nº 4 (bautismo del pretendiente).

(13) Cfr. ISIDRO VÁZQUEZ DE ACUÑA Y GARCÍA DEL POSTIGO, o.c., p. 1286.

(14) Cfr. ISIDRO VÁZQUEZ DE ACUÑA Y GARCÍA DEL POSTIGO, o.c., p. 1288.

(15) ALAMÁN, vol. I, p. 55.

(16) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo de Gálvez, o.c., p. 33.

(17) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo de Gálvez, o.c., p. 40.

(18) Cfr. A. SANZ TAPIA, La política exterior española en relación con América. La diplomacia, en AA.VV., Historia General de España y América, vol. XI-2, Rialp, Madrid 1989, p. 58-61.

(19) Cfr. ARTHUR P. WHITAKER, voz Gálvez Bernardo de, en Dictionary of American Biography, vol. VII, New York 1937, p. 119.

(20) Cfr. G. PORRAS MUÑÓZ, Bernardo de Gálvez, o.c., p. 26.

(21) Se puede consultar el excelente estudio de G. PORRAS MUÑOZ, El fracaso de Guarico, en «Anuario de Estudios Americanos», 26 (1969) 569-609.

(22) Cfr. CARMEN MARTÍNEZ, La política exterior española en relación con América. Los problemas militares en la segunda mitad del siglo XVIII, en AA.VV., Historia General de España y América, vol. XI-2, Rialp, Madrid 1989, p. 79.

(23) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo de Gálvez, o.c., p. 27.

(24) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, El fracaso de Guarico, o.c., p. 606.

(25) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, El fracaso de Guarico, o.c., p. 607.

(26) Cfr. G. PORRAS MUÑÓZ, Bernardo de Gálvez, o.c., p. 26.

(27) Cfr. Archivo Histórico Nacional, Madrid. Orden de Calatrava, exp. 1009, pruebas de Miguel Gálvez, 1797, cuaderno nº 2. Los desposorios solemnes entre Bernardo y Felicitas se llevaron a cabo el 26 de noviembre del año 1781. El 8 de diciembre de 1781 recibieron el Sacramento de la Confirmación Felícitas, Adelaida y Matilde. No consta la fecha de confirmación de Miguel. Sólo se dice que tenía siete meses. Como nació el 29 de septiembre de 1782, seguramente fue confirmado durante el mes de mayo de 1783.

(28) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, El fracaso de Guarico, o.c., p. 608.

(29) Cfr. G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo de Gálvez, o.c., p. 43.

(30) G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo de Gálvez, o.c., p. 44.

(31) G. PORRAS MUÑOZ, Bernardo de Gálvez, o.c., p. 44.

(32) Los siguientes datos los tomo de G. PORRAS MUÑOZ, México Llorosa, publicado por el autor en México 1989, poco antes de su fallecimiento.

(33) JOSÉ GÓMEZ, Diario curioso de México, de 14 de agosto de 1776, a 26 de junio de 1798, en Documentos para la Historia de México, México 1854, p. 244.

(34) Cfr. JOSÉ GÓMEZ, Diario curioso de México, de 14 de agosto de 1776, a 26 de junio de 1798, en Documentos para la Historia de México, México 1854, p. 248.

(35) Gaceta de México, vol. II, nº 23, 5 de diciembre de 1786, p. 251-255.

(36) Cfr. una copia del acta que conservamos en el Archivo Familiar. No tenemos las referencias del acta original.

Ilustraciones del Capítulo II

-Don Bernardo de Gálvez (óleo sobre tela, pintado por Arreola Juárez en 1966).

-Mapa de la Luisiana, impreso en París en 1718.

-Mapa del área caribeña durante las expediciones españolas de reconquista (1779-1783).

-Escudo de Armas de don Bernardo de Gálvez, primer conde de Gálvez (óleo sobre piel).

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